Aprendimos a ser mayores en el borde de un vaso de cerveza. Luego
aprendimos a mentirles y a fingir que corremos hacia todos esos sitios donde la
gente parece muy bien saber que corre. Aprendimos a sabernos y a leernos entre líneas
o entre necios. Aprendimos a cuestionar la punta de nuestros zapatos y ensalzar
el tropiezo como la guerra ganada. Aprendimos a callarnos a destiempo, cuando el silencio se hizo
cómodo. Aprendimos a hablarnos inventando la importancia que quisimos para las
palabras que parimos. Aprendimos a verbalizarnos. Aprendimos a dolernos. Aprendí
que el exceso de astucia no es nada, ni todo lo válido es astuto. Aprendí de
los términos medios lo mejor y lo peor y ahora vivo en un extremo de medias tintas
que dejan caminos a medias y el vaso medio lleno o medio vacío. Quién se atreve
a vaciar el vaso de cerveza en el que aprendimos a ser mayores.
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