No quiero marcharme sin contarte que practicaré la esencia.
en los márgenes de un jueves clarean mis no-intenciones.
esos mismos márgenes han parapetado astutamente un palacio, un templo por el que discurren calles, luces, sombras e incluso un lago para naufragar cada fin de semana. por esos margenes pasan los años, las dudas, las voces que arañan las paredes y dan más encanto -a la vez que acento- a la ciudad interior de los márgenes satisfechos.
dignidad flanquea la entrada a ritmos demasiado acompasados, disonantes o que no encuentran en lo desafinado belleza. no existe una palabra que baste para salvarse. existe un olor, quizá una manía, unos ojos o unas manos. una Esencia. y claridad.
se deshacen al paso de ingenuidad los adoquines mal puestos, el rastro de baldosas amarillas solo puede conducir a un lugar: a un encuentro inesperado donde bailar un vals con melancolía, recordando que en el tercer callejón de la derecha besó a su opuesto un martes. luego siempre quiso ser de agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario