eivissa
Tengo antojo de ese olor, que no sé muy bien, si es del cloro o del tomate, o la mezcla y las ensaladas aliñadas con sol y siesta. Tengo antojo de anestesiar la rutina, de quitarle el precinto a las noches de agosto, de andar descalza -siempre y a todas horas-. Tengo antojo de mañanas y de tardes tras el zumbido del verano, que no es otro que la ciudad en barbecho, introvertida y despreocupada como una quinceañera.
Tengo antojo de mojarme el corazón. Tengo antojo de que me dejen sin palabras. Tengo antojo de construir hogares de cinco minutos, tras otros cinco, y otros cinco y los otros cinco que vinieron antes. Tengo antojo de mezclar agua y fuego y aprender del equilibrio de los elefantes. Tengo antojo de emocionarme con un paisaje nuevo, de querer decirte -mira, ¿habías visto algo igual?- y meter los instantes decisivos en un carrete en blanco y negro, para tener razones -o no- de que te me antojes.
1 comentario:
Esta mañana escuché que un elefante viajará en ferry desde Plymouth hasta Santander, desconozco el propósito de semejante osadía.
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