El poeta del extrarradio ya no deja mensajes subliminales en el reverso de las nubes. Está cansado de mensajes en botellas opacas y cristales mal paridos.
Es de rigor santiguarse en contra de su pereza, resulta aún admirable su forma de andar.
Yo con sus golpes ya habría tocado fondo, y él trepa por las paredes y deja la gravedad donde los asteriscos, en la comisura de unos labios rojos.
Se vendió al amor, por tres duros, y lo reconoce. No hay malecón que no se quede con sus suspiros, ni sirenas que no le traigan el alba a la cama.
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