Quizá estemos ya en el cuarto renglón de la tercera vida.
En el horario desacompasado de verano julio rasguña la
espalda de los turistas en la plaza mayor.
Tengo un recetario de palabras de bocas ajenas:
No es tristeza, es
inundación
Tener el corazón como
una casa de huéspedes
Anido en ellas
Nado a braza por las aceras del barrio. Me cruzo con
transeúntes que aderezan las sombras: las del árbol desaliñado, la de la
dársena del autobús, la del balcón del primero. No queda un poste para echar
una siesta.
Luego fue otoño por un rato, de doce a cuatro de la
madrugada. Cuando llegaba a casa sólo olía a tierra mojada y a leña, como en
octubre.
[A ratos contemplo un collage, el niño con las manos
embadurnadas de pegamento no consiguió aprobar plástica]
1 comentario:
Una vez vi mi casa de huéspedes, cómo sería si existiera el corazón de verdad. Me salió algo así http://canciondelviento.blogspot.com.es/2012/08/from-inside.html
Saludos, Cris (si puedo)
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