martes, 14 de octubre de 2014


no deberías renunciar a ese desvelo
no deberías dejar de ver el rojo que trepa por las paredes
no deberías cerrar con hilo esa desgana


no deberías claudicar en la arrogancia
no deberías vaciar aquí la vertebra de tu sentencia
no deberías ahogarte en agua templada


no deberías disecar el contorno del sueño
no deberías maltratar la insensatez
no deberías guardar para después la metamorfosis 

lunes, 13 de octubre de 2014

manos frías

hoy es el primer día del otoño
que cojo el café caliente entre las manos
y dejo que me temple el alma.

domingo, 12 de octubre de 2014

Descomplejando que es gerundio (reflexiones para un 12-O)

Hace poco en una cena alguien apostilló -pero no te confundas, que ella no tiene nada de facha, es más roja que roja- después de que con absoluta contundencia hubiera afirmado que me encanta la cultura de mi país, que estoy enamorada de la esencia de España.

Me llamó la atención el empleo de la palabra roja, pero en los coloquialismos de un viernes por la noche supongo que es lo más recurrente para decir que alguien no comulga con las ideas de derechas, anacronismos aparte.

Lo que me supone una pena tremenda es que se tenga que desligar el amor a la cultura y a la tierra de una, de una corriente política de manera explícita para que no haya malos entendidos. ¿Y qué tendrán qué ver las churras con las merinas? (expresión que me encanta y es muy española).  

Desde hace unos años he empezado a comprender el sentimiento sufridor colchonero, y eso que los colores merengues me calan hasta la médula. No sé si es una metáfora absurda, pero a mi España me duele cuando pierde por goleada porque la defensa no entrena o más bien nunca tuvo lo que hay que tener para estar donde están. Y no, no estoy hablando de fútbol. Me duele y la quiero. Porque la quiero me duele.

Creo que hay muchos motivos para sentirse parte de algo, y también maneras de odiarlo, cuando con los tiempos que corren te obligan a abandonar.
Aún así yo sigo amando los anocheceres del norte, cuando al sol se lo traga el mar; los amaneceres del levante, el agua clara de Ibiza, la arena negra de Lanzarote; el olor a mar de Galicia, las playas vírgenes de Cádiz, los montes del Bierzo, cada uno de los cielos de Madrid. La Sagrada Familia (algún día de estos sale entera en una postal), la muralla de Ávila, el Alcázar de Segovia, las calles estrechas de Toledo, la Alhambra de Granada, las estrellas de los Pirineos. El contorno de Cadaqués, las tapas de León, la paella valenciana, los ríos de sidra que corren por las calles de Gijón, el mar en calma de Murcia, la plaza de España de Sevilla, los miguelitos de la Roda. La amabilidad del extraño que me ofrece algo sin conocerme, la sociedad líder en donantes de órganos, los vecinos que luchan porque una familia no sea desahuciada, el vecino que te deja la puerta abierta cuando te has dejado las llaves en casa, las voces que gritan por las injusticias, las voces que cantan cuando hay algo que vitorear.
Yo amo la tierra de Machado, de Serrat, de Sabina, de Dalí, de Lorca, de Paco de Lucía, de Sorolla, de Miguel Hernández, de Sara Baras, de Cristina García Rodero, de Ana María Matute, de la guitarra, el chotis, el pasodoble y la copla.


sábado, 4 de octubre de 2014