En mi habitación siempre es de noche. Dicen que amanece y yo subo la persiana, y todas las mañanas sucede el mismo torrente de vida en las calles. Se iluminan los parques y se escucha el griterío de los niños, los coches circulan hacia algún lugar, hay una hornada de pan esperando que vaya a comprarlo. Cuando cierro la puerta hay cuatro paredes rodeando años y recuerdos, y entonces alguien dice que la nostalgia es inhumana, y otra voz que el presente es esto, que tampoco es demasiado y el futuro no es nada, todavía, como todas esas cosas que se piensan cuando uno deja la mente en blanco. Pero no respiran, ni se palpan, ni gravitan, cerca o lejos. Enciendo una luz, que empieza siendo menguante y en algún momento es un superlativo.