lunes, 31 de agosto de 2009



Una azotea corroída por abrazos que mienten a hurtadillas, una cuerda de tender donde se dejaron olvidadas unas bragas. Las tres y cuarto y no hay nadie sentado a la mesa. Las servilletas de papel se cansan del descanso y corren por el suelo jugando a ver quien puede más. Salta por encima del descaro el servilletero de madera, y el vaso de cristal desdentado refleja el sol anestesiante, dibujando rayos desperfectos en la pared blanca. Un tenedor cae al suelo y se queda tomando el sol, tira de un fleco del mantel de cuadros. Siempre buscándole las cosquillas, mientras espera tener entre sus hilos piernas y rodillas extrañas que le cuenten algún secreto.

3 comentarios:

m. dijo...

hay algo en este texto que me encanta. ha sido genial leerlo y mas aun, releerlo.

María. dijo...

una vez mas, muy bonito blog!

Pecas dijo...

Me gusta mucho lo que escribes y como lo escribes, espero que no te importe que te siga y que deje algún latido por aquí de vez en cuando ;). Los textos llevan buenas acompañantes (buenas fotos)