sábado, 19 de junio de 2010

tópicos típicos


Hace tiempo en un suplemento dominical leí una entrevista del astro del cine español. Le imagino mirandose por la mañana al espejo y diciendose a si mismo : tú vales Almodovar, tú, vales!. Según los médicos que eclipsan las mañanas de la uno de televisión española, es un gran método para tener alta la autoestima y un día redondo,mejor que el de Santi Millán desayunando un Donuts.
El caso es que Almodovar siempre me ha parecido una persona de gran autoestima y de aura con suerte,quizá sea prolongación de su tupé. Hay que apreciar el genio del director, ha tenido muchas luces para llegar a donde está. -Luces, oido y acción!- diría yo...Confesaba que su inspiración provenía en muchas ocasiones de escuchar conversaciones ajenas en el autobús. No es fácil imaginarle viajando con un metrobus en el bolsillo, sujetandose a una barra y teniendo cerca algún desgraciado poco aseado que ponga aroma a las mañanas, como los médico de la uno a su cadena. Para tener un retrato fiel del manchego en aquellas circunstancias habría que quitarle algunos años, unos kilos y un par de centimetros de tupé.

Ayer tuve un encontronazo con esos entes que susurran guiones al oido al internacional Pedro. Son facilmente reconocibles, ganarían un concurso al mejor perfi español y tratan temas típicos y tópicos ibéricos. Era aproximadamente la una y media de la noche, cuando en el autobús nocturno subían tres caballeros que pasaban los cincuenta.Se situaron en los asientos de las últimas filas horrorizados por la falta de cinturones de seguridad. Véase un claro ejemplo de la ingenuidad del hombre cincuentón español de clase media alta que en su vida coge un autobús, y por circunstancias ajenas a su voluntad se ha visto obligado a deshacerse del confort de su cinco puertas familiar.
Los tres hombres varoniles y de porte galán, alababan la serie Escenas de matrimonio, y a sus guionistas.
Uno de ellos contaba que su hija recientemente había aparecido en su casa después de una tarde de compras y le había enseñado entusiasmada un aparato, cuya utilidad desconocía, pero que había adquirido por siete euros costando antes de la rebaja veinte. La ganga le había empujado a comprarlo, la compra le había empujado a sorprender a su padre por su habilidad, la inoportuna habilidad de la hija había empujado al padre a comentar la anecdota con sus amigos cincuentones.
En esos instantes se me ocurría imaginar a la hija durmiendo placidamente entre sábanas rebajadas y con el aparato de utilidad desconocida decorando la encimera de marmol de la cocina.
El padre comparaba a su hija con Marina, uno de los personajes de la serie, adicta a las compras y con los mismos comportamientos audaces, y compadecía a su yerno como lo hacía con Roberto, el marido de Marina en la serie.
Y los tres reían a carcajadas comentando más jugadas parecidas que retrataba, según ellos, aquella serie con gran maestria.

Lo que me es imposible es imaginar a alguno de los tres caballeros sentados en el sofá después de una jornada laboral,disfrutando con el humor de Escenas de matrimonio. Con la corbata aún en el pescuezo y el maletín de cuero negro relajado junto a él en el sillón.
No sé porqué pero me es más fácil imaginar a su señora sentada en el sofá viendo Escenas de matrimonio, y a él llegando después de una dura jornada laboral, y al pasar por su lado y recaer en la serie comentar : cariño, ¿por qué ves esto?, con la misma incertidumbre e indignación que cuando su hija compró un aparato de utilidad desconocida, unicamente por la asombrosa rebaja.

1 comentario:

Meme dijo...

El matrimonio... ese gran desconocido! Puede que ni siquiera estemos hecho para él... el emparejarse es de Almodovar.