La tarde se va apagando con devoción fingida.
El sol muere derramando sangre en la cara sur de la ciudad.
La ventana dibuja surcos en tu piel. Siempre me gustaron tus sombras.
Alguien enciende la luz del pasillo, camina y se pierde en la 401 tras un portazo.
Cuento tus vertebras mientras reposa el sueño en tus ojos.
A duermevela recorro tus pesadillas, de puntillas, sin colarme en exceso.
Procesiones de suspiros salen de tus labios.
Me gusta verte dormir, pienso que te vas a quedar siempre y que nunca me saciaré.
Tanto tiempo después siguen intactas tus maneras, a mí me cuesta no confesar, por eso vitoreo tu manera de andar y callo el resto.
6 comentarios:
Ya casi no recuerdo lo que eran las siestas...
Perfecto.
Sigues sorprendiéndome!
me imagino las rayitas de la persiana en su espalda...
Eres una auténtica poeta. Me gusta muchísimo, he podido imaginar la escena a la perfección.
No sé, mirar dormir a alguien es adictivo, reconstruir el sueño del que duerme en la vigilia del que mira... pffff!
Bueno el texto, me gustó. Un saludo.
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